Reinventarse en el éxito es mucho más difícil de lo que se cree.
A partir de 2016, Universidad Católica ganó el 50% de las competiciones del fútbol chileno: Cinco de siete Torneos Nacionales, tres de cinco Supercopas y ninguna de las cuatro Copas Chile. Es decir, ocho títulos de los últimos 16.
La historia del club marca, sin duda alguna, que es la época más exitosa que hemos vivido. Nuestra primera copa se ganó 12 años después de la fundación de la institución, estuvimos 18 años sin ser campeones (desde 1966 a 1984) y pasamos 13 años sin ganarle a la U (la racha adversa partió en 1971 y se cortó en 1984).
Todas estas cifras, sobre todo después de la caída de este domingo en el Clásico Universitario, marcan la frustración que los hinchas hemos demostrado con el proceso de Gustavo Poyet. Llevábamos cuatro partidos sin perder frente a los azules, y de los últimos 14 duelos entre sí, solo habíamos caído en dos.
El uruguayo comenzó bien su ciclo venciendo a Colo Colo en la Supercopa y, luego de 10 años, metió a La Franja en los octavos de final de la Copa Libertadores. ¿Se puede rescatar algo más en los cuatro meses que lleva en la banca? La respuesta es categórica: No.
Más allá de la irregularidad que existe en el fútbol chileno, la UC ha mostrado una involución notoria con el “charrúa”. Los rendimientos individuales han bajado mucho, nadie sabe cuál es el estilo de juego del entrenador y los resultados recientes han sido muy malos.
Un triunfo en los últimos 10 partidos es la preocupante actualidad del tricampeón. La Franja quedó eliminada de la Copa Chile frente a Everton y se despidió del certamen continental ante el campeón vigente, Palmeiras. ¿Poyet debe seguir? Prácticamente todos creemos que no.
Pero ahí radica el asunto central de esta columna: Reinventarse en el éxito es mucho más difícil de lo que se cree. Y no siempre las decisiones van a ser las más acertadas. Eso es exactamente lo que ocurrió con la llegada del ex volante del Chelsea.
Jorge Pellicer nos llevó a semis de la Sudamericana 2005 y a la gloria en el Clausura de ese año. 12 meses más tarde, era despedido tras la eliminación en fase grupal de la Libertadores y en ambos cuartos de final del Apertura y Clausura 2006.
Fuimos campeones en 2010 con Juan Antonio Pizzi. Un semestre después, llegamos a cuartos del certamen continental y fuimos finalistas del Apertura. Su renuncia generó un terremoto del que nos costó muchísimo recuperarnos, más allá de conquistar la Copa Chile 2011 con Mario Lepe, y de que Martín Lasarte, entre 2012 y 2013, llegara a tres definiciones y fuera tanto semifinalista como octavofinalista de la Copa Sudamericana.
¿Sólo las copas marcan que un ciclo es exitoso? Antes del cabezazo del “Chapa” ante Audax, solo habíamos celebrado dos títulos. ¿En esos años se hizo todo mal? ¿Había que partir de cero? Para nada, quizás con la excepción del pésimo semestre que hubo bajo el mando de Julio César Falcioni. ¿Si no éramos campeones del Clausura 2016, cómo nos habríamos levantado? A veces las derrotas te fortalecen mucho más que las victorias, y todas esas frustraciones, de alguna forma, nos llevaron al éxito.
Con Juan Tagle como presidente, la labor del “Tati” Buljubasich en la gerencia deportiva ha adquirido aún más trascendencia. Ambos han llevado a que la Católica viva sus “temporadas doradas”, y sin dudas que los arribos de Beñat San José (2018), Gustavo Quinteros (2019) y Ariel Holan (2020) ayudaron a dar un gran salto calidad. Lo mismo que con refuerzos como Edson Puch, César Pinares y Valber Huerta, entre otros.
Hay una realidad indiscutible: Gran parte de este plantel ha rendido a un nivel superlativo en gran parte de las recientes campañas. Y los canteranos han tenido un aporte muy valorable. César Munder fue clave en el título de 2018, Diego Valencia con sus goles mostró su potencial en 2019, 2020 y 2021, y Marcelino Núñez, Gonzalo Tapia y Clemente Montes, en momentos decisivos, se echaron el equipo al hombro.
Atacarlos en sus redes sociales y decir que no están para el primer equipo es impresentable. Mantener una regularidad sostenida es extremadamente complejo, e irse en contra de los jugadores que nos dieron muchísimas alegrías es derechamente inaceptable.
¿Necesitamos una renovación en 2022? Sí. Pero no podemos olvidar la importancia de muchos de estos futbolistas, sin importar si son extranjeros, experimentados, canteranos o jóvenes. Siento que, nos acostumbramos tanto a ganar, que se nos olvidó que a veces vamos a perder.